MI VIDA SIN MI
El quebrantahuesos, el oso panda, el lince, y ahora el joven con principios.
“!Cualquier
día te ves con las maletas en la calle¡” solía decirme mi madre en
plena época de efervescencia hormonal en el que había un mundo por
delante que comerse, un mundo que, desgraciadamente, no puedo comerme
solo.
Vago,
sin principios, maleducado e incluso analfabeto son muchos de los
adjetivos que gran parte de la población dirige hacia mi especie: el
jóven. En una sociedad en la que el capital es el único “Dios común”
para todas las personas, la figura de dicho animal está siendo atacada
por motivos e individuos puntuales. La especie se extingue a pasos
agigantados.
Desde
los medios se inunda a la sociedad con mensajes y programas adversos a
la posición de esta cada vez más débil especie. Sólo nos muestran
familias desestructuradas e individuos contrarios a un modelo
participativo dentro de la sociedad, individuos obviamente jóvenes. El
joven, que hubiese representado desde los orígenes del hombre hasta hoy
la vivacidad, arrogancia, desparpajo, rebeldía, etc., está empezando a
criarse en cautividad sin que sus propios cuidadores pongan medios para
adaptarlos al nuevo entorno.
El
joven español forma parte de una masa de población pequeña comparada
con el resto de su especie, adultos o ancianos. La juventud es un sector
social que apenas posee recursos y medios, y en caso de poseerlos,
provienen de sus padres o tutores. Es por números y medios que los
jóvenes representan un colectivo de fácil manejo y crítica ante el resto
de su hábitat.
En
el ámbito político son pocos los partidos que intenten atraer de forma
clara a esta masa social, que todo sea dicho de paso, sólo contribuyó en
un 25% en las últimas elecciones al Parlamento Europeo. Dígase por su
edad, dígase por su absentismo, el voto del joven español es un voto muy
disperso, casi mínimo, por lo que resulta más importante para los
partidos políticos centrarse en otros grupos como la tercera edad, que
casi triplica en número a los jóvenes.
A
todo esto debemos unir la actitud de desidia de cada vez un mayor
número de jóvenes respecto a su situación en la sociedad; si el joven
francés de mediados del siglo XX saltó a la calle en busca de un cambio
en sus condiciones sociales, el joven del siglo XXI no muestra síntomas
de preocupación, y lo que es más grave, no muestra ni tan siquiera
interés en remediar su situación. Y es que esto, unido a los problemas
anteriormente citados no hace más que agravar el hábitat del joven medio
a la hora de emanciparse. Un joven que no es rebelde, deja de ser joven
por naturaleza.
Se
tienen datos de que muchos especímenes, cada vez más, conviven con sus
parientes más próximos convirtiendo el domicilio paterno en un “alquiler
con privilegios” debido a los problemas económicos del momento. Comer,
dormir e incluso reproducirse nunca fue tan fácil para una especie.
Surge
pues el "paralelismo de Jesucristo", y es que parece que lo más normal
es salir de casa a los 33 años y con suerte, muerto.
Tenemos una cantera muy poco formada, menos concienciada y más asentada en aquellos principios que se le impongan.
Así, desde luego, es imposible…
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