martes, 16 de septiembre de 2014

MI VIDA SIN MI


El quebrantahuesos, el oso panda, el lince, y ahora el joven con principios.


“!Cualquier día te ves con las maletas en la calle¡” solía decirme mi madre en plena época de efervescencia hormonal en el que había un mundo por delante que comerse, un mundo que, desgraciadamente, no puedo comerme solo.

Vago, sin principios, maleducado e incluso analfabeto son muchos de los adjetivos que gran parte de la población dirige hacia mi especie: el jóven. En una sociedad en la que el capital es el único “Dios común” para todas las personas, la figura de dicho animal está siendo atacada por motivos e individuos puntuales. La especie se extingue a pasos agigantados.

Desde los medios se inunda a la sociedad con mensajes y programas adversos a la posición de esta cada vez más débil especie. Sólo nos muestran familias desestructuradas e individuos contrarios a un modelo participativo dentro de la sociedad, individuos obviamente jóvenes. El joven, que hubiese representado desde los orígenes del hombre hasta hoy la vivacidad, arrogancia, desparpajo, rebeldía, etc., está empezando a criarse en cautividad sin que sus propios cuidadores pongan medios para adaptarlos al nuevo entorno.

El joven español forma parte de una masa de población pequeña comparada con el resto de su especie, adultos o ancianos. La juventud es un sector social que apenas posee recursos y medios, y en caso de poseerlos, provienen de sus padres o tutores. Es por números y medios que los jóvenes representan un colectivo de fácil manejo y crítica ante el resto de su hábitat.

En el ámbito político son pocos los partidos que intenten atraer de forma clara a esta masa social, que todo sea dicho de paso, sólo contribuyó en un 25% en las últimas elecciones al Parlamento Europeo. Dígase por su edad, dígase por su absentismo, el voto del joven español es un voto muy disperso, casi mínimo, por lo que resulta más importante para los partidos políticos centrarse en otros grupos como la tercera edad, que casi triplica en número a los jóvenes. 

A todo esto debemos unir la actitud de desidia de cada vez un mayor número de jóvenes respecto a su situación en la sociedad; si el joven francés de mediados del siglo XX saltó a la calle en busca de un cambio en sus condiciones sociales, el joven del siglo XXI no muestra síntomas de preocupación, y lo que es más grave, no muestra ni tan siquiera interés en remediar su situación. Y es que esto, unido a los problemas anteriormente citados no hace más que agravar el hábitat del joven medio a la hora de emanciparse. Un joven que no es rebelde, deja de ser joven por naturaleza.

Se tienen datos de que muchos especímenes, cada vez más, conviven con sus parientes más próximos convirtiendo el domicilio paterno en un “alquiler con privilegios” debido a los problemas económicos del momento. Comer, dormir e incluso reproducirse nunca fue tan fácil para una especie.

Surge pues el "paralelismo de Jesucristo", y es que parece que lo más normal es salir de casa a los 33 años y con suerte, muerto. 

Tenemos una cantera muy poco formada, menos concienciada y más asentada en aquellos principios que se le impongan. 

Así, desde luego, es imposible…


Javier J.Trillo

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