lunes, 22 de septiembre de 2014

La fila de la derecha

1.    La medicina al servicio del antisemitismo
El nazismo, tras años de investigación y por medio de las teorías y trabajos de grandes biólogos y médicos encontrará en el campo de la medicina un lenguaje más perfeccionado para apoyar sus metas.
Las primeras tesis favorables a la superioridad del pueblo alemán, así como el origen de las ideas antisemitas adoptadas por Hitler, serán vertidas por el zoólogo alemán Ernst Haeckel a partir del Origen de las especies de Charles Darwin. Haeckel enviará a dicho autor una obra de la que se destacará una grandiosa propuesta para la relevancia universal del darwinismo desde detalles tales como la embriología hasta la formación del Estado-nación liberal. Como trasfondo de todo ello se desprende la proclamación de la superioridad del pueblo germano.
El darwinismo en Alemania pedirá la intervención para controlar la selección y evicción de la degeneración de los grupos humanos, desembocando en la tesis de que los tipos sociales más idóneos sobrevivirían y se impondrían; y la raza más idónea debía estar en guardia contra la enfermedad y los procesos de deterioro.[1]
Las ideas de Hackel empezarán a mezclarse con las de Gobineau, que  explicaba el tema de la superioridad alemana en múltiples de sus obras, las cuales estaban imbuidas de los textos de Houston Steward Chamberlein, llamado a ejercer una notable influencia en Adolf Hitler. Charmberlein centró su interés en las teorías de Darwin en el tamaño del cerebro humano como clave del progreso de las razas y del proceso evolutivo: la frenología se incorpora a las bases de la medicina alemana, siendo el estudio de la configuración craneal la base de sus investigaciones.[2]
Son estos los orígenes de la higiene de la raza, término utilizado por Alfred Ploetz.      Sus principios se centrarán en la frase “mantener la calidad de la raza”: la higiene racial será aplicada por medio de medidas imprescindibles para mantener y perfeccionar la raza humana, medidas tales como eliminar a los incapaces de cada raza. Por este motivo será partidario de enviar al frente a los ejemplares inferiores de la raza.[3]
Gracias al auge de la biología y los estudios médicos del momento acaecidos en suelo germánico, Ploetz fundará en 1905 la Sociedad para la Higiene Racial con el fin de investigar los principios de las condiciones óptimas para el mantenimiento y el desarrollo de la raza.
Otros influyentes racistas van a ser H.F.K Günter, con su Teoría racial del pueblo alemán, que fue impartida de motu propio por él mismo; y Ernst Lehmann, el cual explicaría que el individualismo es un tumor que había que extirpar, refiriéndose a las teorías de sumisión del individuo respecto al conjunto de la sociedad alemana.
Ésta y otras teorías proporcionarán una base científica a las esterilizaciones nazis, una de las técnicas más practicadas en los campos de concentración propios del régimen nazista.
Eugen Fischer, Erwin Liek, Ludwig von Bertalanffy, o Otmar von Verschuer serán otros expertos alemanes interesados en la materia, siendo el último, Verschuer, tutor de nuestro próximo protagonista.

2.    Los experimentos del ángel de la muerte
En 1937 se afilia al partido nazi una de las figuras más representativas dentro de los campos de concentración, así como de los horrores acaecidos en los experimentos médicos llevados a cabo en Auschwitz, Polonia. Hablamos del doctor, Josef Mengele, conocido como el ángel de la muerte. A pesar de su importancia histórica, este personaje no será conocido públicamente hasta finalizar la Segunda Guerra Mundial gracias al testimonio de los presos en los campos de concentración.[4]
El doctor Mengele era conocido por su extraña ética y gusto por la profesión que llevaba a cabo. Durante su estancia en Auschwitz, esperaba a los futuros presos junto al andén para elegir a los más aptos para la experimentación. Así, con un solo gesto, Mengele decidía quien moría rápidamente en la cámara de gas, colocándolos en una fila a la derecha suya, mientras que a su izquierda seleccionaba a las mujeres jóvenes y hombres con mejor estado de salud para practicar sobre ellos sus experimentos.[5]
Los experimentos llevados a cabo por Mengele eran del todo diversos: desde experimentos sobre congelamiento para saber cómo tratar la hipotermia en los casos acontecidos en el frente ruso; pasando por experimentos relacionados con enfermedades como el tifus o la malaria; la observación de los efectos del gas mostaza, bombas incendiarias, distintos venenos e incluso las altas presiones sobre los presos, etc.
Uno de los campos más trabajados por Josef Mengele fue el relacionado con la higiene social, la esterilización, con el fin de encontrar un método más rápido y con menor esfuerzo. Desde la exposición a rayos X y cirugía hasta las inyecciones intravenosas    de iodina y nitrato de plata fueron algunos de los medios utilizados para esterilizar, finalmente, la cifra aproximada de 400.000 personas.[6]
Josef Mengele, en relación con las teorías nazis del momento, llevará a cabo la experimentación masiva sobre gemelos con el fin de observar los paralelismos y diferencias en la genética y eugenesia de los gemelos, así como obtener información acerca de la manipulación del cuerpo de manera antinatural con experimentos tales como la inyección de tintes o colorantes en los ojos de los pacientes para observar el posible cambio de coloración del ojo, realizar trasplantes de un cuerpo a otro, así como coser a ambos gemelos con el fin de crear siameses.[7]
Los tullidos, los enanos, los bebés, etc., eran otro campo de investigación importante dentro de la rutina diaria del doctor muerte. Mengele estudiaba detenidamente el cuerpo de los mismos llegando incluso a operar a los mismos en vida, sin anestesia, con el fin de comprobar la capacidad que poseen dichos cuerpos a la hora de resistir un dolor de dicho potencial antes de, finalmente, morir.[8]
No sólo se experimentaba con “especímenes estrambóticos”, también se buscaba crear nuevas mutaciones a partir de los fetos de las mujeres embarazadas dentro del campo de concentración. La eugenesia y la gestación humana fueron estudiadas de forma fidedigna gracias a la situación en Auschwitz de nueve mujeres embarazadas, una por cada mes de gestación y, según los intereses del experimento, los fetos eran extraídos del vientre materno para analizar los cuerpos post mortem o, por el contrario, eran analizados sin necesidad de matar a la madre.
Los experimentos médicos nazis se posicionaban en dos líneas: los llevados a cabo por mandato del régimen con un fin concreto o por complementar una ideología favorable al mismo y los realizados por el mero interés científico, como los anteriormente descritos.
Así como en Auschwitz, en Dachau también llegan a cometerse crímenes semejantes o incluso mayores.
3.    Las vidas perdidas
Las diferentes políticas e ideologías acometidas durante el Tercer Reich, así como los sucesivos experimentos y avances acontecidos en los campos de concentración trajeron consigo consecuencias de lo más variopintas, desde el exterminio de sectores poblacionales tales como los judíos o los gitanos, hasta el estándar perfecto de mujer alemana, rubia y de anchas caderas.
En lo que respecta a las futuras tasas de natalidad y mortalidad debemos aplicarle el número de muertos producido en los campos de concentración así como el de personas discapacitadas permanentemente, esterilizadas, mutiladas, debilitadas o con una fuerte carga psicológica. [9]
Las causas penales de estos crímenes no fueron pocas: en 1947 los médicos capturados por el bando vencedor fueron juzgados en Estados Unidos en el denominado “Juicio de los doctores”. A consecuencia de la barbarie llevada a cabo en suelo alemán, Leo Alexander y Andrew Conway Ivy elaborarán un decálogo titulado “Experimento médico permisible”, conocido como el Código de Nuremberg, el cual tratará sobre el consentimiento del paciente, evitar dolor innecesario y sufrimiento, así como otras creencias éticas y morales.
Otros muchos personajes de los crímenes llevados a cabo en los campos de Auschwitz o Dachau, entre otros, consiguieron escapar de las posteriores reprimendas y huir a países extranjeros donde aún se aceptaba en alto grado, a los altos cargos nazis, como en Argentina, Brasil o incluso España. El caso del Doctor Josef Mengele será uno de los más conocidos.
Debemos explicar además que la medicina avanzó en campos que, con anterioridad, nunca habían sido tratados de forma tan clarividente, como es el caso de la experimentación con humanos a bajas temperaturas o la exploración de cuerpos humanos vivos. En el contexto alemán, los campos académicos de la antropología, la biología así como la medicina se reformularon en términos raciales y eugenésicos, que desembocaron en programas de identificación, esterilización y asesinato que, hoy en día lógicamente no se promueven, pero cuyo campo de investigación se mueve en las mismas bases de experimentación.[10]


[1] Cornwell, John. Los científicos de Hitler […]. Pág. 88.
[2] Hacia 1935, el instituto de investigaciones raciales, adscrito a las SS, envió una comisión científica al norte de la provincia de Jaén, con objeto de estudiar el ancestro alemán en los descendientes de los colonos alemanes que repoblaron aquella comarca en tiempos de Carlos III. A todo nativo que presentara un certificado de nacimiento, expedido por la parroquia, en el que constara un apellido alemán, le daban cinco pesetas por dejarse medir y estudiar el cráneo. (Eslava Galván, Juan. Los años del miedo. Pág. 157)
[3] Rubio, Ana. Los nazis y el Mal […]. Pág. 34.

[4] Jay Lifton, Robert. The Nazi doctors […]. Pág. 338.
[5] Cornwell, John. Los científicos de Hitler […]. Pág. 357.
[6] Rubio, Ana. Los nazis y el Mal […]. Pág. 39.
[7] Jay Lifton, Robert. The Nazi doctors […]. Pág. 348.
[8] El doctor Miklos Nyszli, uno de los ayudantes de Mengele, comentó: “Bañé los cuerpos de inválidos y enanos en una solución de cloruro de calcio y los cocí en tintas para que estos esqueletos pudiesen llegar a los museos del Tercer Reich, con el fin de mostrar la necesidad de exterminar a las razas inferiores”. (Rubio, Ana. Los nazis y el Mal […]. Pág. 146.)
[9] Cornwell, John. Los científicos de Hitler […]. Pág. 354.
[10] Buchanan, Allen, Brock, Dan, Daniels, Norman. Genética y Justicia. Pág. 35.

No hay comentarios:

Publicar un comentario