El juego del amor: sex o´clock
Las
costumbres de antaño empiezan a disolverse de forma lenta pero
progresiva. Tras años sumergidos en la total y completa sumisión, la
juventud del momento se declara independiente y libre respecto a las
relaciones sexuales.
Las altas tasas de mortalidad acaecidas así como la introducción en la
sociedad de nuevas modas y gustos trajeron consigo la preferencia de la
juventud a relacionarse con sus semejantes en edad antes que con sus
mayores. Este factor influenció en gran medida la intensa curiosidad
sexual entre jóvenes.
Los
gustos por los vestidos cambian: la mujer comenzó a despojarse de los
atributos propios a su feminidad. Se recortan los largos cabellos que se
lucían con anterioridad, se perdieron las caderas, la altura de faldas y
vestidos son reducidos, el busto es resaltado con mayor ímpetu, etc.
Aparecieron
nuevos gustos y modas que cambiaron el pensamiento de la sociedad. A
las salas de bailes, las fiestas y de otros eventos tendrá que unirse
elementos tales como el alcoholismo, el tabaco o medidas anticonceptivas
tales como el preservativo que hicieron que las relaciones sexuales de
la época se multiplicaran respecto al número de las practicadas en años
anteriores.
El
acto sexual ya no será considerado como un acto vulgar, sino un simple
placer que conviene frecuentar siempre que sea posible.
A
la aparición del beso deben unirse las caricias preliminares. El acto
sexual hasta el momento se efectuaba de forma arcaica y primitiva con el
fin de satisfacer al hombre, mientras que ahora se busca complacer a la
pareja antes de llegar al propio acto en sí. Aunque se rechazará la
sodomía, ejercida años atrás por medio de la dominación, se llevará a
cabo la sexualidad bucal, que curiosamente vendrá unida al progreso de
la higiene íntima de ambos sexos.
La
desnudez continuará siendo un estigma de la religión dentro de la
conciencia social. El acto sexual se realiza desvestido, a oscuras y en
la habitación conyugal. Amarse no significa aún abandonarse. Las
relaciones mantenidas apresuradamente en el día, en lugares como cuadras
o arcones no se caracterizaran por el número de prendas despojadas
antes de la realización del acto.
La
aparición de unas relaciones tan acaloradas, apresuradas y distantes de
las que se producen en años anteriores van a traer consigo múltiples
preocupaciones: el contagio de enfermedades venéreas, los chantajes con
abortos, la escasez de dinero para costearse cualquier tipo de
tratamiento de ámbito sexual, los hijos no deseados de relaciones
esporádicas, el robo de enseres en burdeles o tras la visita de
prostitutas al propio domicilio. A todo ello debemos unir las demás
preocupaciones de una vida sexual que debía practicarse siempre a
escondidas.
La doble cara del amor
Comienza
en 1914 la Primera Guerra Mundial, y con ella los sucesivos cambios
acontecidos en ámbitos sociales tales como las estructuras y costumbres
de la sociedad así como las relaciones sentimentales y sexuales dentro
de la misma. La Gran Guerra traerá consigo una notable simplificación de
la vida amorosa.
En
los países beligerantes de la Primera Guerra Mundial van a ser
múltiples las técnicas utilizadas por los distintos gobiernos
relacionadas con las relaciones sexuales: en Francia se llevarán a cabo
los “permisos de leche” con el fin de mantener una tasa de natalidad que
en un futuro sustente las tropas del ejército con nuevos soldados; en
Inglaterra, con el fin de suprimir los deseos sexuales de las tropas y
arengar a los propios soldados al combate, se van a movilizar un gran
número de prostitutas a las cercanías de los campamentos ingleses. Los
prostíbulos móviles fueron una forma de facilitar los traslados de
dichas mujeres.
En
el bando rival las medidas no van a ser menores, llegándose incluso a
cambiar la estructura de las ciudades con cs eran señalizadasalles adaptadas a dichos
placeres. Aquellas calles con afluencia de burdeles con
faroles azules y rojos: el primer color señalizaba que dichos
establecimientos estaban reservados a los oficiales del ejército,
mientras que las calles iluminadas con faroles rojos eran regentadas por
los soldados.
Era
algo lógico que los hospitales de campaña se atendiesen más pacientes
contagiados por enfermedades venéreas que por disparos de bala. Se
empezará a hacer normal la “inspección de pene” en los prostíbulos y
campamentos con el fin de evitar dichas enfermedades.
El
problema de la sexualidad en los campos de combate llegó más allá del
problema infeccioso, instalándose en el sector psicológico de los
propios soldados y oficiales. Es
curioso observar como la psicología del varón del momento se transmiten
en aspectos tales como los nombres femeninos utilizados para nombrar a
armas tales como “Gran Berta” , decorándose las armas y máquinas de
combate con caricaturas y fotografías provocativas.
No
sólo los hombres cambiaron su mentalidad respecto al sexo en la Gran
Guerra; póngase el ejemplo de que llevar a ciudades tales como París
“alas en la manga” o “solapas” era una garantía para mantener
posteriormente relaciones sexuales con mujeres del momento.
Las
relaciones entre iguales se intensificaron. La homosexualidad en el
frente se hizo latente, ya fuera por medio del consentimiento o por
medio de violaciones y otras medidas brutales a consecuencia de la
frustración sexual mostrada por los soldados.
La
prostitución no fue aceptada por la conciencia social, pero sí vista
como un mal menor en unos tiempos tan difíciles como los presentes. En
países del frente occidental como Francia, Bélgica o Luxemburgo, se
reconoció la prostitución y se facilitó la inscripción de dicha
profesión en registros oficiales, pasando las propias prostitutas
controles médicos cada semana. En algunas ciudades incluso llegó a
crearse un nuevo cuerpo de policía conocido como la Policía Moral.
En conclusión: la
Gran Guerra, amén de los múltiples nefastos efectos que trajo consigo,
permitió, tal vez por tales efectos, la exacerbación de las pasiones,
consiguiéndose incluso romper con ideales tan arraigados como la moral
católica.
Coincidimos
en todos los aspectos con las ideas expresadas por expertos tales como
Stefan Zweig a la hora de explicar que en ninguna otra esfera de la vida
pública se produjo un cambio tan radical como en el de las relaciones
entre los dos sexos, ello debido quizás a factores tales como la
emancipación de la mujer, la educación física, la emancipación de los
jóvenes, etc.
Así
podemos decir, sin temor a equivocarnos, que somos nosotros los jóvenes
uno de los sectores poblacionales más importantes en el que, gracias a
la mayor libertad y falta de perjuicios se nos consiente hondonar en la
conciencia social, cosa que en una sociedad como la actual se presenta
harto difícil debido a la dependencia de dicho estrato a sus agnados más
próximos.
Javier J. Trillo
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