EN
TIERRA HOSTIL: ESTADOS UNIDOS
Presentamos
a Estados Unidos como una de las potencias mundiales más
importantes, si no es la que más, en el panorama internacional.
Debido al papel que Estados Unidos desarrolla en áreas tales como la
economía, las relaciones entre países, el mercado e incluso los
conflictos bélicos y como las actuaciones estadounidenses afectan al
resto de países, como ya se contemplara con la crisis financiera
actual, no resulta extraño que la máxima figura y/o representante
del país norteamericano levante tanta expectativa en el contexto
mundial.
Estados
Unidos se caracteriza por ser un territorio de marcado carácter
federalista donde la libertad del ciudadano parece primar sobre
cualquier otro concepto de tipo estatal; es por ello que, con el fin
de preservar esa libertad, el poder que dichos ciudadanos otorgan al
gobierno debe ser dividido funcionalmente. La división clásica de
este poder se entorna hacia la idea de Montesquieu, quien parte la
autoridad estatal en tres tipos de poderes: el legislativo, el
ejecutivo y el judicial.
La
problemática de esta división surge cuando los teóricos americanos
constatan que dicha división puede romper el concepto de “libertad
ciudadana” y buscan un giro de tuerca a este sistema. Así nace el
sistema de “checks and balances”, un sistema basado en que
procedimientos de control aseguren que ninguno de los tres poderes
esté por encima de los otros tres.
Este
sistema concebido como una balanza está constituido en su vástago
central en la figura del Presidente de los Estados Unidos de América
al cual se le dota de una serie de cargos que no hacen más que
regular y soportar los diferentes clivajes por los que puede pasar
este proceso.
El
Presidente del Gobierno y, por ende, del Estado norteamericano
acumula grandes atribuciones respecto a su cargo tales como ser el
jefe del Ejecutivo, comandante supremo, dirigente de su Partido y
como decimos, jefe de Estado. Además es importante vislumbrar a la
figura del presidente como una entidad que cumple cuatro funciones
relacionadas con el sistema político y con la consiguiente labor de
equilibrio del sistema de checks and balances comentado; estas
funciones se entornan respecto a cuatro vías: aquellas funciones en
las que el presidente establecerá el orden de prioridades del
sistema político; las funciones en torno a las cuales se considera
al presidente como cabeza al frente y por tanto como aquella persona
que debe tomar la iniciativa; las funciones propias a su cargo como
gestor administrativo del gobierno y, finalmente, la función del
presidente como imagen central, punto crucial, del sistema
norteamericano.
Pasando
a desgranar las funciones que explicamos del presidente podemos
decir, en primer lugar, que dicha figura se caracteriza como
determinadora del orden de prioridades; si bien llega a manejar la
agenda de forma independiente e incluso a establecer un orden del día
con los asuntos que considere más importantes, cosa que lo distingue
del resto de presidentes estatales a nivel mundial, esto influye de
forma clara en el ámbito concerniente al poder legislativo ya que el
presidente estudia la mayor parte de propuestas de ley que van a
votarse en el Congreso.
Respecto
a aspectos más personales de su figura, el presidente de Estados
Unidos no sólo goza de poder legislativo de la forma indirecta que
antes comentábamos, sino que también posee la correspondiente
iniciativa y derecho a veto de que le dota el cargo en su función de
cabeza visible o quien lleva la iniciativa del pueblo americano.
En
su tercera función como gestor administrativo, el presidente es la
figura sobre la cual recaerá la responsabilidad final para la
administración de las diversas políticas y programas estatales así
como el nombramiento, influencia y supervisión de cada uno de los
más altos cargos de la Administración, lo cual no hace más que
reafirmarlo como una pieza clave en el sistema de checks and balances
americano.
Finalmente,
el presidente norteamericano se alza como una imagen, como el primer
norteamericano al frente de la nación, lo cual lo dota de una
importancia internacional y confirma de todo punto que la política
en territorio americano busca en el presidente el funcionamiento
correcto en base a una serie de objetivos y fines para el sistema de
gobierno establecido. América busca por tanto que los distintos
poderes no abusen entre sí y que, al mismo tiempo, estos se
interrelacionen para que la lógica de la separación de poderes
actúe con totalidad; la figura del presidente ayuda a dicho
equilibrio.
Las
funciones que anteriormente explicamos y que por ende refuerzan la
teoría de que bajo la entidad del presidente norteamericano se
engloba una amplia cantidad de poder nos darán pie a explicar el
sistema de campañas electorales del país.
Teniéndose
en cuenta la importancia que representa la imagen del Presidente de
los Estados Unidos de América parece lógico que si comparamos el
proceso electoral americano respecto al español las diferencias
serán más que notables.
En
primer lugar debemos tener en consideración el fanatismo que
despiertan las campañas electorales en el seno de la sociedad
americana. Si observamos que las campañas electorales americanas
empiezan a gestionarse casi dos años antes de las consiguientes
elecciones la diferencia con el sistema español parece más que
notable. Es tanta la importancia y el fanatismo que se otorga a
dichos comicios al otro lado del Atlántico que parece que las
elecciones españolas carezcan de importancia incluso entre sus
nacionales; aparecen conceptos tales como el “caucus” o reunión
de miembros del partido para debatir los méritos de los diversos
candidatos, el “voto paja” o la votación efectuada por los
miembros del partido acerca del candidato que prefieren y “las
elecciones primarias” en las que los miembros de los partidos dan
su voto a los candidatos.
Respecto
a este punto es importante destacar aspectos relacionados al mismo
como las convenciones que se realizan con anterioridad a los comicios
e incluso los debates televisados. Si bien en España el carácter
solemne y pragmático brilla con fuerza, los debates y comicios
americanos son todo un espectáculo hacia la población y los
distintos medios de comunicación presentes.
La
economía y la financiación de los partidos es un aspecto importante
a tenerse en cuenta si diferenciamos el sistema español del
americano. Si bien los candidatos que se presentan a la presidencia
en Estados Unidos deben hacer frente a los problemas que plantean las
temáticas expuestas, como por ejemplo la larga duración de los
comicios, también deben estar en continuo contacto con donantes,
grupos de presión y grupos con intereses políticos que financien su
campaña. Este aspecto, en principio, no ocurre a nivel español si
bien, debido a los últimos casos de corrupción en la península,
parece que quizás el sistema americano sea el más factible a la par
que trasparente.
Resulta
curioso además que tanto la campaña española como la americana sea
criticada por una mayoría de nacionales propios. La diferencia
radicará en que, debido a la importancia del cargo americano, la
influencia tanto a nivel nacional como mundial de influir en asuntos
de calado público y la dura prueba que suponen estos comicios para
los candidatos sean algunos de los medios que acrediten para el
ciudadano de a pie americano que el cargo de Presidente es uno de los
más importantes y, por ende, su candidato debe estar en consonancia
a dicha importancia.
La
crisis, los movimientos sociales actuales, la fácil interacción
entre el ciudadano y las élites políticas, etc., son aspectos que
influyen por igual al país europeo como al americano observándose
como las clases sociales de todos los estratos empiezan a mostrar
altos índices de desafección política hacia las clases políticas
lo que, si bien en el territorio español, influiría de manera
decisiva, en el territorio norteamericano, debido al enorme papel que
toman los representantes políticos y, en especial, el Presidente
electo de los Estados Unidos de América, podría llegar incluso a
desmoronar un sistema gubernamental norteamericano sustentado en la
figura del citado presidente del gobierno.
Finalmente
pasamos a comentar los problemas derivados del sistema de gobierno
norteamericano: las suspensiones de pagos.
En
primer lugar, debemos definir la suspensión de pagos o
“sequestration” como el nombre con el que se conoce en nuestros
días al “Budget Control Act” o Acta de Control Presupuestario
que ya se diera en 2011. “Sequestration” es por tanto una simple
denominación trazada por el Presidente de la Reserva Federal de los
Estados Unidos, Ben Bernankeque, para definir el recorte de 85.000
millones de dólares de gasto público.
Este
mecanismo fiscal de secuestro podría entrar a funcionar, a
consecuencia de su entrada en vigor, con un primer tramo económico
de recorte estimado de unos 110.000 millones de dólares de los 1.2
billones de dólares previstos en la franja anual entre 2013 y 2021 y
a dividir entre todos y cada uno de los Estados que conforman la
nación norteamericana y entre todos los sectores de carácter
económico que lo forman.
La
problemática económica estadounidense deriva de su formación
gubernamental y estatal. Si recordamos el sistema de checks and
balances que veníamos comentando, cuando no se presentan
intromisiones por ningún poder externo en las diversas actividades
atribuidas a los tres poderes se producen desvaríos, clivajes, que
hacen que el ciudadano medio desconfíe de las estructuras. Se vierte
entonces el problema social en el ámbito económico: aparece el
supuesto de “accountability” o rendimiento de cuentas y los
ciudadanos buscan mayor transparencia en las áreas que más les
afectan, las económicas y sociales.
Este
hecho choca radicalmente con la teoría económica llevada por
Estados Unidos, principalmente, en tiempos de crisis, el
endeudamiento y la consiguiente emisión de deuda propia cuando el
estado no puede soportar mayores problemas fiscales y por tanto toca
su techo.
El
techo de deuda estadounidense es el término por medio del cual se
define al límite legal de endeudamiento establecido en el país
norteamericano con el fin de que éste cumpla sus obligaciones
financieras. En los momentos que el gobierno americano sea consciente
de que el presupuesto nacional es deficitario, es decir, que las
pérdidas superen a las ganancias, el gobierno acude a la
exteriorización de deuda para afrontar el pago de esa diferencia.
Nos
encontramos entonces con un ciclo vicioso de proporciones
rocambolescas: si el gobierno estadounidense se financia
principalmente por impuestos y con la emisión de bonos del Tesoro,
cuando el techo deficitario es alto los impuestos suben y los bonos
del Tesoro dejan de ser atractivos por los compradores por lo que,
mientras el país pierde una fuente de ingresos éste sigue subiendo,
aunque en menor manera, su déficit y, por ende, crece el malestar
del pueblo norteamericano que, a su vez, empieza a desconfiar de las
instituciones, incluso de la representada por el Presidente del
Estado lo que trae consigo un debilitamiento de la figura de dicho
personaje y, lógicamente, esto le hace recular en otras cuestiones
gubernamentales que como consecuencia hacen que el sistema de checks
and balances en la que descanse el gobierno norteamericano tiemble de
sobremanera.
Si
saltamos el charco, esta problemática afecta también a los países
europeos: si el país más poderoso a nivel mundial tiene problemas,
¿quién puede socorrerlo? Todo lo que le suceda a Estados Unidos,
como potencia mundial, afecta a todas las economías y gobiernos
mundiales y, por ello, los mercados de todo el planeta quedan
afectados.
Si
la mayor potencia económica del mundo entra en recesión las
consecuencias para la economía mundial serán devastadoras.
Los
políticos americanos critican duramente la política española a
consecuencia de los problemas económicos que sufre el país debido a
los diversos acontecimientos que han venido produciéndose con el
devenir de los años, así sea con las malas políticas a largo plazo
tomadas por José María Aznar o por las políticas expansivas
llevadas a cabo por José Luís Rodríguez Zapatero ante un inminente
periodo de crisis. Aunque el sistema americano tenga múltiples y
mejores formas de hacer frente a un problema que el español, las
políticas llevadas a cabo por George Bush hijo y Barack Obama ni se
desvinculan demasiado de las tomadas por los gobernantes españoles
ni se diferencian demasiado de en qué momento se tomaron. Lo curioso
también es que, aunque los hechos se repitan, la crisis económica
española es sólo un grano de arena de la gran marea levantada por
Estados Unidos años antes en sus mercados bursátiles.
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