Hablamos
de Primera Guerra Mundial o Gran Guerra para referirnos a uno de los
mayores conflictos armados acaecidos durante la historia de la
humanidad. Desde el punto de vista demográfico y social, son múltiples
las repercusiones que dicho enfrentamiento trajo consigo, con ejemplos
tan claros como la desestructuración de las familias como de los
problemas relacionados con la natalidad que se producen en los años
siguientes.
No
van a ser pocos los historiadores que traten de explicar los lazos de
unión entre dicho conflicto mundial y sus múltiples repercusiones en el
aspecto sentimental y sexual de la vida de los soldados y los civiles,
así como tampoco van a ser un número menor aquellos entendidos que
ilustren a la sociedad del momento como una sociedad que acaba de
superar vestigios ideológicos contrarios a las relaciones abiertas del
momento.
Haciéndose
observancia de factores, características y cualidades de la sociedad
del momento, nos centraremos en el ámbito concerniente a la relación de
ambos sexos en el contexto de la Primera Guerra Mundial, partiendo de
las ideas expuestas por Stefan Zweig al explicar que en ninguna otra
esfera de la vida pública se llevo a cabo un cambio tan radical en el
lapso de una generación como en el de las relaciones entre los dos
sexos.
Los años locos: la galantería
En
torno a 1990 nos encontraremos con diversos aspectos sociales que
influyan en la concepción del sexo y las relaciones sentimentales en la
sociedad del momento. La conciencia social, la concepción del matrimonio, la economía, así como otros factores van a propiciar dicho cambio.
El
éxodo rural propio de las reformas económicas e industriales
acontecidas en los años anteriores, así como la remuneración salarial de
hombre y mujeres va a traer consigo que los jóvenes del momento
dispongan de sus propios ingresos y, en consecuencia, sean
independientes, buscando con dicha independencia la felicidad.
Surge
la idea burguesa de que para poder ser feliz se necesita amar. Esta
concepción de la vida afectará a múltiples ámbitos de la persona y sus
relaciones con el otro sexo.
El
amor es la base de toda pareja. El matrimonio debe afirmarse en un
sentimiento recíproco, dejándose de lado el matrimonio por conveniencia,
que resultará del todo vergonzoso. Se pasará de la idea de que es
necesario amar a la esposa o al marido a la idea de que hay que vivir
los amores que se presenten: el entusiasmo por casarse, el aumento de
los divorcios y el adulterio son muestra de ello.
Continuarán
las teorías eclesiásticas ligadas a la sexualidad y la virginidad,
aceptándose que el amor y el placer son indisociables. Las relaciones
dentro de la pareja serán más igualitarias, no aceptándose la dominación
del hombre sobre la mujer.
Aparecen
nuevos lugares donde la gente pueda conocerse, situaciones más allá del
trabajo, el campo o las fiestas del pueblo. Nace el término “fiebre del
sábado por la noche”, caracterizado por una mayor libertad de los
jóvenes.
Aunque
el número de festividades de carácter tradicional se reduzca, se
aumentan los lugares de ocio tales como el cine, las salas de fiesta y
las cafeterías, en las cuales se organizaban bailes. Vals, Fox-Trot,
Charleston, así como otros bailes hicieron necesario que los jóvenes
supiesen bailar para disfrutar del amor.
Se
adquiere la costumbre de salir: la bicicleta y otros medios facilitan
el transporte rápido de una fiesta a otra. Se empiezan a aceptar en
público a las parejas que no estén casadas.
A
pesar de que la sociedad no acepte la relación de un joven con una
mujer sin casarse con ella, las relaciones prematrimoniales aumentarán
de forma más que considerable: se extenderán las caricias, así como el
beso en la boca, hasta el momento inmoral, valorándose el beso profundo,
símbolo de pasión y amor. Se comienza a abrazar a integrantes de la
familia tan cercanos como los bebes y los hijos, hijos que
recíprocamente también acariciarán y expresarán su cariño a sus
parientes.
La
guerra hizo mella en este ámbito, y es que si bien las relaciones se
encontraban en progresiva modernización, el conflicto simplificó la
técnica amorosa.
Javier J. Trillo
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