¿Quién manda en el mundo?
Explicaba
el tan entendido José Ortega y Gasset que en el mundo mandaba cada
grupo de conveniencia; pero quien manda en el mundo ejerce, en su
efecto, un influjo de carácter autoritario sobre él.
El
término “pluralismo” se refiere a la existencia de numerosos grupos de
ciudadanos que luchan entre sí para conquistar el poder – o ejercitarlo
en la sombra. La mejor imagen para entender esta teoría es la del
mercado económico. En un mercado económico una empresa puede dominar
durante muchos años pero siempre llega un momento en que la relación de
fuerza cambia. El politólogo Robert Dahl es uno de los grandes teóricos
del pluralismo.
En
un espacio pluralista, cualquier agente social puede tener acceso al
gobierno. Pero se impone la ley del más fuerte. El que más peso consiga
se convierte en interlocutor legítimo del poder.
En
la actual situación de crisis mundial que vivimos queda patente que los
gobiernos no son realmente los órganos que detentan el poder mundial.
Aquellos que manejan los mercados, los bancos, las grandes entidades,
son a veces quienes deciden qué país es próspero y cual se ve amenazado
por la miseria.
No parece tan descabellada la idea de que aparezcan organizaciones que desde la sombra manejen los hilos del mundo.
Diversas
son las teorías de conspiración avaladas todas ellas por una llamativa
cantidad de pruebas circunstanciales que apuntan a la posibilidad de que
diversos grupos de influencia, desde las sombras, detenten un poder
mucho mayor que el de los gobiernos democráticos actuales.
Estos
grupos son los que detentarían el valor de las guerras, las distintas
revoluciones, las modas y las etapas históricas vigentes, convirtiéndose
desde el anonimato en los arquitectos del futuro.
A
lo largo de los tiempos, la identidad de estas figuras ha ido
evolucionando. Tradicionalmente se pensaba en sociedades secretas como
la Masonería o los Iluminati, que maquinaban para influir en el curso de
los acontecimientos.
Desde
hace algún tiempo, la opinión pública está también muy sensibilizada
con el poder que ejercen los grupos y clubes de reflexión, redes de
influencia o reuniones de líderes mundiales como el Foro Económico
Mundial de Davos y sobre todo el Club Bildelberg, grupos donde el
regateo de las élites queda más que patente.
Explica
Adam Smith en su obra “La Riqueza de las Naciones” que cuando los
miembros de un mismo gremio se reunían, rara vez era para pasar un rato;
su finalidad era conspirar contra el público o subir, de manera
concertada los precios.
En
estas reuniones se citan, una vez cada año, políticos, bancarios,
empresarios, dueños de medios de comunicación y expertos de máximo
nivel, a puerta cerrada, para tratar temas de actualidad y el curso de
los acontecimientos durante los próximos tiempos. No son pocas las
teorías que hacen pensar que muchos de estos grupos no sólo reflexionan,
sino que deciden el curso de los acontecimientos, convirtiéndose en un
gobierno mundial que organiza y manipula sin haber sido elegido
democráticamente por nadie.
Desde
que se desató la reciente crisis financiera la opinión pública se ha
ido haciendo más consciente del poder de los bancos e instituciones
capaces de torcer hasta la voluntad de los mayores gobiernos del mundo.
Entre lobbies financieros y agencias de calificación que dan y quitan su
beneplácito arruinando estados, un nombre brilla, el Goldman Sachs.
Antiguos miembros de esta empresa se están recolocando en puestos del
máximo poder económico en gobiernos de todo el mundo, como el Presidente
del Banco Central Europeo, Mario Draghi, o el Primer Ministro de
Italia, Mario Monti.
François Hollande: “Mi verdadero adversario es el mundo de las finanzas”
“Mi
verdadero adversario no tiene nombre, ni rostro, ni partido. No se
presentará a las elecciones y, sin embargo, nos gobierna.”, anunció
François Hollande ante casi 20.000 seguidores reunidos en el amplio hall
del Parc des Expositions de Le Bourget.
Fuente: El Mundo. 23/1/2012
Con
el extracto ofrecido anteriormente es de consideración observar cómo
gobiernos poderosos tales como el francés son conscientes de que,
actualmente, el mundo, Europa o la propia Francia no llegan a ni
siquiera gobernarse por un grupo de personas elegidas de manera
democrática; son los bancos, el valor del dinero, las finanzas quienes
verdaderamente gobiernan sobre la sociedad. Podemos llegar a decir, sin
temor a equivocarnos, como existe una amplia red corporativa global, una
corporatocracia o gobierno de las corporaciones, en las que una
variedad de grandes empresas controlan, no sólo ya los designios de un
país en determinadas materias, como podría ocurrir con determinadas
empresas bancarias en España, sino que llegan a controlar incluso
designios sociales a escala mundial.
El
sistema democrático no carece ya de vicio, carece de forma. En una
sociedad en la que la separación entre el pueblo, los gobernantes y los
“grandes” es más amplia que incluso en sistemas dictatoriales, hablar de
democracia es hablar meramente de una utopía.
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